Es lo que me decía el instructor cuando me entregó a Milena: «siempre tienes que ver el vaso medio lleno». Y eso intento. Los días se van sucediendo. Ayer volví a mi lugar de trabajo con Milena, lo cuál nos obliga a hacer cuatro recorridos mínimo durante la jornada. Las rutas siguen su cauce normal, con distracciones y saludos a casi todo el mundo. A media mañana salimos un ratito para que ella haga sus cosas y se estire un poco. Y sigo mentalizándome: el primer medio año como mínimo va a ser duro. Y es que como hemos hablado muchas veces con varias personas, si a nosotros nos cuesta confiar con nuestros perros, ¿cómo van a hacerlo ellos con nosotros? y más teniendo en cuenta que primero han estado en la escuela, después con famílias, luego en la escuela otra vez con su entrenador a quien idolatran y ahora con nosotros. ¡Todos les han abandonado en cierto modo! Tenemos que habituarnos, ella y yo, a otro ser al que no conocemos de nada. y en su caso, habituarse a alguien para el cuál tiene que trabajar. y para la que tiene que trabajar. Porque guiar es muy estresante y además lo tiene que hacer bien. Sigo pensando, a veces, que sólo me doy cuenta de cuando hace las cosas mal y que las que hace bien se me pasan desapercibidas. No es así siempre, porque en ocasiones noto como esquiva obstáculos y está pendiente de mi seguridad. Así pues, felicitarla mucho y corregirle cuando toca. Y aunque a veces se me haga cuesta arriba pensar que seremos un verdadero equipo, porque tanto yo como ella tenemos días buenos y días peores, lo conseguiremos. Gracias también a la gente de la lista Arnés, que me dan muchos consejos y dan pie a este tipo de reflexiones. compartir con alguien que ya ha pasado por esta fase ayuda mucho a ver la luz al final del túnel, y eso, en el caso de los ciegos, resulta hasta paradójico.