Faltan 11 días. Tranquilos. No voy a ir siguiendo una cuenta atrás como si se tratase del acontecimiento del siglo, aunque para mí lo sea.
Poco a poco, las tinieblas del «desconocimiento» se van llenando de pequeños puntitos de luz. Vaya, qué poético.
Finalmente, sólo estaré una semana en Madrid. ¿Será suficiente? Espero que sí, confío en la palabra del que durante meses ha sido el instructor de mi futuro compañero y que ya se ha puesto en contacto conmigo. El instructor, no el perro. El día 30 pues, volveré a Tarragona para terminar el curso aquí. Estoy nervioso. ¿Me adaptaré? ¿Nos adaptaremos? ¿Sabré entenderle? ¿Sabrá entenderme? (Miguel, mira que tú a veces tienes un carácter insoportable, qué culpa tiene el pobre animal…)… Las palabras, los mensajes, los tweets de ánimo me tranquilizan.
En el trabajo, en el pueblo, en la familia, hay gente tan nerviosa y tan expectante como yo.
Alguien me decía el otro día: «tú ya tienes las herramientas, sólo tienes que saber usarlas» y tengo que agradecérselo porque tiene razón. Diez días intensos de entrenamiento, de adaptación y de resolución de dudas dan para mucho. Seré una esponja, intentaré absorberlo todo y aprovecharé el tiempo al máximo. Que digo al máximo, más todavía, hay que aprovechar cada minuto. Después, seremos él y yo. Será un trabajo en equipo. Y él será único.